Un motivo de preocupación muy frecuente en los padres es el miedo que sus hijos manifiestan. A lo largo de su desarrollo, los niños van presentando distintos tipos de miedo. En muchos casos, son temores normales por su edad y desaparecen o evolucionan hacia otros miedos que también pasarán.
Los miedos que aparecen en cada etapa evolutiva del niño deben ser tratados desde la tranquilidad y normalidad. Darle demasiada importancia, proteger o consolar en exceso puede provocar miedos mayores, instaurar aún más el miedo o ampliar la gama con la aparición de nuevos temores.
Pero otras veces los miedos infantiles se convierten en situaciones de sufrimiento incapacitante para el niño. Pueden llegar a padecer sudores, aumento de la frecuencia cardíaca, temblores, expresión de terror, etc. que indican el estado de ansiedad que supone para él el objeto o situación temida.
La incapacitación del niño para mantener el control de la situación es clara señal de alarma. Cuando la intensidad del miedo y sus síntomas o la frecuencia con que se sufren alteran el funcionamiento del niño en su actividad se hace preciso ofrecerle la atención psicológica adecuada. Por supuesto, nunca forzarle a enfrentar la situación que teme ni ridiculizarle por sus miedos pues podría producir otras consecuencias negativas en el niño.