Sin entrar en la cuestión sobre la utilidad o conveniencia de los deberes tal y como se conciben actualmente, el hecho es que, mientras no haya una revolución al respecto en el sistema educativo, los niños traen tareas a casa en mayor o menor medida.
Y desde que los niños son pequeños, el momento de hacer los deberes es para algunos padres una situación complicada e, incluso, conflictiva. Para que se impliquen en hacer sus tareas cuando es algo que, en principio, no les apetece, siempre será más fácil desde un planteamiento positivo y atractivo. Y en esto, el interés de sus padres es fundamental.
Si nos preocupamos por las tareas que han hecho en el colegio, por lo que van aprendiendo, por los deberes que traen para casa y, lo más importante, por todo lo que van a aprender y lo bien que lo harán se sentirán mucho más motivados por todo.
Además de establecer un horario fijo y un lugar adecuado, si la tarea no es atractiva para el niño o incluso si lo es, es conveniente que los padres se interesen con entusiasmo de qué tienen que hacer, ser pacientes, acompañándolo cuando es pequeño, y alabar sus éxitos. Ante sus errores mantendremos la calma, ante sus avances le animaremos y halagaremos sobre todo en los aprendizajes nuevos o que presenten más complicación. A la vez, es importante trata de favorecer su autonomía en todo momento. Con esto, además, estaremos sentando las bases para que continúen motivados por los estudios en la adolescencia.
No hay que rendirse y tampoco conformarse con frases como que “es muy listo pero hace las cosas cuando quiere” o “es que si no le gusta, no le gusta”. Son muchas las cosas que podemos hacer y siempre teniendo la confianza de que los niños tienen inquietudes por aprender y la necesidad de que se le reconozcan sus logros y esfuerzos.